No sé si me gustas o te odio.
Esa es mi duda, y me pasa constantemente. Con las cosas. Con la lluvia. Con la gente.
Porque al principio disfruto de la compañía, exprimo lo que esa persona me tenga que dar al máximo, y después de unos seis meses, se acabó. Ya no queda nada. Esa persona me resulta cargante, pesada, aburrida y completamente superficial.
Está claro que no me pasa con todo el mundo. Sólo de un tiempo a esta parte. La gente que conocía de antes me sigue sorprendiendo de mil maneras, y algunos de dos mil. Los he visto evolucionar a través del tiempo, a algunos desde que íbamos a preescolar, y ya vamos para los 21... y siguen sorprendiéndome. Aparecen de repente en mi casa y me proponen cualquier plan descabellado, y que nos dure hasta la madrugada. Me encanta la espontaneidad del momento.
Joder cómo pasa el tiempo.
Parece que fue ayer cuando nos comíamos la plastilina.
Otra cosa que no sé si me gusta o la odio es la lluvia. Porque que esté nublado me pone triste, pero me encanta mojarme.
Lo que si que odio con toda seguridad son los paraguas.