Lanza una sonrisa tímida y empieza a hablar en un castellano con un fuerte acento italiano. Me cuenta sus movidas con su compañera de piso y nosequé de su novio de Italia.

Yo me abstraigo de su parloteo, asiento de vez en cuando y suelto un ajam, cada cinco o seis frases suyas.

Sigo mirando el catálogo de peinados. Ella sigue de cháchara. Joder, parece una gallina, ¿en serio no se da cuenta de que no me importa una mierda su vida?

Me llaman para lavarme el pelo y después cortármelo. Ella hojea el catálogo. La miro. Es alta. Más alta que yo, que ya lo soy bastante.

Acaban de lavarme el pelo, me siento y ella sigue hablando. Me mareo de tantas palabras.

Lamentablemente no es la primera vez que me pasa eso de que una desconocida se me ponga a contarme sus problemas.

Debe ser que tengo una cara que inspira confianza.

¡JA!